viernes, 20 de diciembre de 2013

Minas, demasiado minas 6: Guillermina.


Nadie... Nunca... Nada... Soy una bomba.
Mentira.
Algunos... A veces... Un poco... Soy una bomba.
Mentira.
Todos... Siempre... Mucho... Soy una bomba.
Cuando me despierto con sueños raros que no recuerdo me pesa la nuca. Entonces, me levanto, me cambio y saco a pasear al perro antes de que se despierten los demás. No trato de explicar lo que no se puede porque las palabras encierran y engañan y al final una termina desconfiando hasta de lo que piensa. No es vida. Yo sé lo que quiero. Lo demás es otro tema. Por ejemplo, ¿quiero coger? sí quiero; ¿tengo ganas? depende de la hora, ¿tengo que deshuesar pollo al respecto? no, no tengo. Si me agarra cuando tengo ganas, perfecto; si no, igual lo dejo, me hago la muertita y que practique la necrofilia en paz. Total después me lavo. El agua tibia reconforta. Me lavo...
me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo
melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo
melavomelavo melavomelavo melavomelavo melavomelavo melavomelavo
me refriego hasta más no poder
porque si no me lavo me parto
porque si no me lavo grito.
Pero no puedo porque me van a preguntar qué me pasa y qué voy a contestar; nada, si no me pasa nada.
Hay días que me encantaría quedarme a vivir en el baño. Y mirarme y mirarme y mirarme otra vez y meterme en el espejo si es posible, como Alicia, y encontrarme con un conejo y no salir más.
Ella grita igual. No le importa nada. Por lo menos grita en silencio.
Sí, me grita la argolla y no sé qué decirle.
Ya la lavé, pero sigue gritando. Me da miedo a veces. Porque es un grito que se va como para arriba, se queda revolviéndome las tripas, me retumba, me abomba un poco y se me instala como encerrado entre los pulmones.
Y bueno, cada cual resuelve sus percepciones como puede.
Un día de estos exploto.
O no.

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