viernes, 24 de enero de 2014

Minas, demasiado minas 9: Graciela.


Madre.
La que tengo, la que soy.
Hija.
La que tengo, la que soy.
Las dos, que son una.
Las tres, que somos una.
Porque nace la madre, nace la hija y otra vez nace la madre.
Impiadosas, humanas. Arrogándose y negándose al mismo tiempo la suma de todos los derechos. Miradas difíciles que se sufren y se dan. Resaca de lo sufrido, de lo vivido, de lo gozado; resaca de lo que vendrá.
Cuando era adolescente esperaba que mi mamá se fuera para probarme su ropa.
Cuando fui madre esperé que mi hija se fuera para probarme su ropa.
 Una vez. Sólo una vez. Me asusté.
Mi mamá me mima, mi mamá me ama, mi mamá me mata... y es la única que puede resucitarme.
Un cuerpo que me sé de memoria y no es el mío. Desnuda frente al espejo, otra imagen, otra cara, otras manos, y sin embargo las mismas, algo nuevo y viejo al mismo tiempo, reconozco todas y cada una de las arrugas, terriblemente mágico y aterrador. Querer entonces convertirse en Alicia y meterse en el espejo y no salir más, y ella que no te deja, que te saca para afuera, que te expulsa para que no te hundas y te abraza infinitamente para que lo hagas y te quedes por siempre y asfixiarte todos y cada uno de tus poros; y vos que en algún momento y sin darte cuenta hacés lo mismo. Adorarla y asesinarla en simultáneo, todo sobre mi madre y nada sobre mí o todo sobre mí y nada sobre mi madre, esa es la opción... a veces.
Porque, sobre todo, mamá, capaz de todas las creaciones y de todas las destrucciones posibles, la única que te hace sentir protegida aún en la desprotección infinita.
Así es ella, así soy yo, así volverá a ser algún día ella.
Una mujer que, consciente de su propia sangre, sangra; a veces por la herida, la de ella o la tuya.

miércoles, 15 de enero de 2014

Minas, demasiado minas 8: Las tres.


No saben qué... Tal vez sólo...
Un despertar. Un mover. Un mero provocar.
Una confusión.
Agua
Tierra
Fuego
Todo todo mezclado
Todo no, falta el viento, falta el aire.
El árbol que se ve desde la ventana, cualquiera de las tres, tiene la silueta siniestra de un niño asesino. Los árboles, como las nubes, cambian de apariencia eternamente, aunque no haya viento. Éste no. Imprevistamente estúpido, ridículo e inmóvil.
Y aterrador.
Da una sombra que duele. ¿Será ahí donde duermen los monstruos?
Una se resiste a ver la vida a través de una pantalla, tanto menos excitante que una persiana entrecerrada. Aunque odie su biografía decide no mendigar la de otros, prefiere convertirse en un agujero negro, tragar y entrar en el silencio.
Otra tiene miedo en las piernas mientras duerme; no, no mientras sueña, mientras duerme, léase bien y entiéndase como pueda. Le llora la mano, el brazo, el pie, el muslo, la concha; se busca los huesos y no los encuentra. En un juego de reflejos, la letra clandestina se le pierde.
La otra escucha que alguien la hiere, no tengo ningún tipo de relación con vos, ni física ni emocional ni nada, le dijo una boca cruel e inmediata y ella se desmoronó. Por un instante. La mayoría de la gente no tiene necesidad de nosotros, ni nosotros de ellos, pensó. No era romántica, sólo húmeda. Convencida de que la ausencia no se recita ni se maquilla, que sólo se sufre, prefiere suicidar parte de su aliento.
A ninguna le importa el árbol que sin embargo pesa, ni el silencio que suda, ni la carnosidad que late, ni el cerebro impaciente.
Saben que hay gente que no da, que sólo recibe; y si no recibe, quita.
Violentas, entrecruzadas, desconocidas.
Manos inútiles secan llantos ya secos.
Revolear cadáveres no es fácil.
El miedo está cerca.
Pero la locura es limpia.
Enloquecer es sólo el comienzo. Tal vez una bendición.
La vida es un largo etcétera.
Engendrarse a sí misma y morir durante mucho tiempo.

viernes, 10 de enero de 2014

Minas demasiado minas 7: Jazmín.


No lo quiero. Estoy tranquila.
Mentira.
Sí, lo quiero. Estoy tranquila.
Mentira.
No lo quiero, sí lo quiero... cualquier cosa menos tranquila.
Reina del desastre, eso es lo que soy; no puedo parar de encontrarme donde ya sé que no estoy. A lo mejor soy otra y no me di cuenta. Cambiar duele. No cambiar también. A mí mi mamá me enseñó que hay cosas que no se dicen pero nunca me explicó qué hacer cuando...
Porque por más que una no las diga, están, no las pronunciás pero aparecen igual, o te carcomen, no las podés evitar...
Ella no quiere que diga porque no quiere escuchar...
yo le hago caso, no lo nombro y entonces no lloro, ni me río, miro la nada, nada más, todo el día, perdida ni yo sé dónde...
También me enseñó que hay pensamientos que mejor no se piensan y sentimientos que mejor no se sienten.. claro que yo pienso y siento y entonces la cago...
Será que la mayoría de la gente come, toma, coge, ríe o llora y no tiene hambre, ni sed, ni calentura, ni nada que le cause gracia ni tristeza ni emoción...
yo tengo todo...
y sin embargo el vacío...
me seca, me ahoga, mejor lo mato ya... para qué esperar, para qué dilatar... mejor ahora que después, el después no existe, es como el hubiese; si es un huésped que no invité, es un colado, un polizón, un alien, tengo el derecho a echarlo a patadas... Lo que más bronca me da es que tengo como una vergüenza que desconozco, la historia repetida me humilla por anticipación...
porque yo no creo en dios pero a veces tengo miedo de que me castigue igual...
soy chiquita todavía, tengo tiempo...
¿y si no puedo?
¿y si no tengo?
¿y si no soy?
¿y si no puedo ni una cosa ni la otra?
detesto las fantasías, si se convierten en realidad son una mierda...
¿cuántas pastillas tendrá mi mamá en su casa?
quiero cerrar los ojos y mirarme los párpados por dentro, no tengo cuerpo para vivir esto.
Cuando no hay gestos es muy difícil encontrar las palabras que lo acompañen, y al revés.
Yo hoy no tengo ni gestos ni palabras, y desconozco los del otro.
¿Será el fin?