viernes, 23 de mayo de 2014

Minas demasiado minas

Graciela.

Yo no me deprimo nunca, ni siquiera los domingos. Me aburro nada más... los domingos, y los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes y los sábados. Pero deprimirme jamás, nunca tuve que ir al psicólogo. ¿Para qué? ¿Qué me va a solucionar? ¿Voy a ir y de golpe me voy a empezar a cagar de risa? No, ¿entonces? Si tengo de todo; pero una de dos, nada alcanza o todo sobra; igual el todo y la nada son más o menos lo mismo, en algún punto se tocan, quizás en muchos, quizás en demasiados... El que sí sabía divertirse era mi ex. Todos los sábados se juntaba con los amigos, hacían un asado y terminaban cantando Rasguña las piedras… Ojo, yo también fui bohemia; tomé café en La Paz, leí a Benedetti, tuve un gato que llamé Fidel y si me apurás hasta te confieso que me puse a buscar el puto unicornio azul y todo… treinta y cinco años atrás, claro… Yo me preguntaba, este señor que se casó conmigo, que habita en mi domicilio desde hace tanto tiempo, ¿todavía no se dio cuenta dónde va la gente cuando llueve el pelotudo? La verdad es que perder la razón debe de ser terrible pero a veces volverla a encontrar es muchísimo peor… Ahogo. Asfixia. Apuro. Como que se me termina. Y al no creer en Dios ni en la felicidad, no tengo un puto pasamanos de dónde agarrarme. No paro de buscar algo con qué entretenerme; corro pero no llego nunca, no me alcanzo; entonces me mimetizo. Por ahí, si cedo, resisto. Porque en definitiva la vida es complicada, pero si no cogés es peor. Mi papá siempre me lo decía, lo de coger no, por supuesto, ya a esta altura todos sabemos que los padres no cogen, para eso son padres, para no coger. Lo que él decía era “aprovechar el tiempo no es hacer muchas cosas, es no perderlo en las que no son importantes”. Nunca nos pusimos de acuerdo en cuáles eran y en cuáles no. Como con el fanático de Vox Dei al que finalmente y por suerte le pude cantar todo concluye al fin, que después de treinta años me dijo que nunca le había permitido conocerme, encima me echaba la culpa a mí el caradura, imperdonable, pero esa es historia para otro día. A veces me duelen tanto las manos, tengo una sensación de insatisfacción permanente que de a ratos se convierte en una especie de euforia plenamente satisfecha, una vencedora vencida más. La cabeza tarda en acostumbrarse, ni yo me entiendo la verdad; igual mucho no me importa, me quedo en casa, abro la puerta… para ir a jugar nunca más en la puta vida pero… la dejo abierta… por ahí… algún día… quién te dice.

 

Guillermina.

Yo hice todo lo que tenía que hacer: estudié, me recibí, me puse de novia, me casé, me embaracé, tuve un hijo y dos años después acabo de tener otro. No pertenezco a esta nueva generación de mujeres perfectas puedelotodo pero no tengo nada de qué arrepentirme ni de qué quejarme. Con mi marido todo más que bien, tenemos nuestros momentos de crisis pero quién no; y los chicos son superllevaderos. Todo es cuestión de organizarse y tener un mínimo de sentido común. Es cierto que hay días que tenés que hacer pis, lavarte los dientes, abrir la ducha y hablar con tu amiga por teléfono sin soltar nunca al bebé, pero también es cierto que las minas somos multifacéticas. Hay que focalizarse en el lado positivo y divertirse. Un poquito cansada estoy, no lo voy a negar, pero con mi marido, como quiere que esté un rato sola con él, hay noches que hasta nos miramos una película después de comer y todo. A él le gustan las de acción, a mí me parecen medio pelotudas la verdad pero se las miro igual, total aprovecho y me duermo una siesta, él está tan entretenido entre tiro y tiro que ni se da cuenta. Qué sé yo, todo por esas cositas. Amor en estado bruto. Con el chiquitín estoy totalmente fusionada, me quedaría encerrada re enamorada sin ninguna culpa, lo miro dormir y me inunda una satisfacción tan grande... Hasta que se despierta, y grita, llora, se caga, y me digo si yo ya pasé por todo esto, cómo no aprendí, ¿que soy? ¿estúpida? para qué estudié, para qué carajo tuve otro, por qué mierda me olvidé, por qué me dejé convencer por este infeliz, busquemos la parejita, la parejita; pero qué parejita ni parejita dos proyectos de caballo me hizo el hijo de puta, cuando me patea y no me deja limpiarle el culo me vienen unas ganas de ponerlo panza pa’ arriba, apretarle la nariz y hacerle tragar todo el frasco de Ibupirac de golpe, a ver si se calla la boca de una buena vez, él y el otro, que termina gritando no sé por qué, por solidaridad sindical la puta madre; un fuego me habla al oído y me dice “mataaalos, mataaalos, mataaalos, ahogalos en esa bañadera llena de patos de mierrrda”, un día de estos les doy un buen bife, porque un buen bife, uno bien dado, ayuda a la salud mental del niño, ¿qué va a tener el chico después? ¿el trauma del bife? por favor; a veces es necesario sacar carnet de loca y que te banque el que pueda... Ay, Dios, ¿tendré la maternidad fallada? ¿o herida?

 

Jazmín.

Yo la veo a mi vieja y lo único que quiero es no ser como ella. De chica trataba de molestarla lo menos posible. Ella se quedaba pensativa, como ausente por la mitad, con la mirada perdida, como muerta, la mirada digo. Yo me aguantaba la lástima y las ganas de darle un beso. No sé, será que como me tuvo de tan joven le cagué la vida. De tan sola aparte. Porque a mi viejo no lo conozco. Se ve que él tampoco se la bancaba mucho. Detesto que me hable con frases hechas. “Cuando vos fuiste, yo fui y vine varias veces”, por ejemplo. Será por eso que vive cansada, de tanto ir y venir. O será de estar siempre tan pendiente de todo; mira, mira, mira, no pestañea nunca, te revolotea, te estudia cada palabra que decís, siempre tratando de descubrir una pista, de ver de qué se trata, por dónde viene la cosa, todo con una sonrisa eso sí... Ojo, yo me llevo bien con mi mamá, tiene cara de buena, ojos limpios, amorosa, no grita... no me puedo quejar para nada, es más, mis amigas la adoran, si hasta Facebook tiene, a todos les cae bien, lo que pasa es que además de ser divina y todo eso es mi mamá... Ella cree que no la entiendo, lo que pasa es que todavía no le puedo decir cuánto. Mi psicóloga dice que por eso yo tengo problemas de relación. Siempre tan obvios ellos. No me duran nada. En cuanto puedo salgo corriendo. Se ve que estoy como afuera, y lo peor es que me gusta. Ni en pedo te entro. Si tengo tiempo. Aparte me encanta perderlo, total ¿adónde va a parar el tiempo que se pierde?, a ningún lado, queda adentro de una misma, lo podés aprovechar cuando quieras, más adelante, con qué necesidad me voy a apurar, no tengo que decidir todo ahora. Esa manía que tiene la gente de poner el tiempo en el lugar equivocado, en rincones vacíos. Igual, hay días que, cuando se terminan, siento como un alivio; después me pongo a pensar en la mañana siguiente, y entonces el alivio se me va al carajo. En cualquier momento se lo digo a mi vieja, porque yo cuando tengo cosas que decir, las tengo que decir, si no me muero, y ya me morí muchas veces para ser tan joven.

 

Las tres.

ignorantes por elección

a la noche

solas

como autómatas

infinitas páginas mentirosas

inexistentes

imaginarias

para no escuchar lo que pensamos

para no distinguir

ruidos y colores

para saturar

pantallas que llenan espejos vacíos

espejos de la nada

un click tras otro sin encontrar el propio

mil vidas

y una más

engañadas expertas

del irse fácil y del decir sí diciendo no

risa con desconocidos

dos vidas muchas vidas

se suicidó la niña y sin saber qué hacer con el cuerpo

adornamos la casa con guirnaldas de calaveras

no encontramos ciertos opuestos

¿cuál es el opuesto de verde?

por ejemplo

o de torta

o de escalera

¿cuál es el antónimo de beso?

¿cuál?

secas

como frutas

podridas

borrachas 

escuchamos recuerdos

dormitamos trucos

nostalgia veloz

o feroz

o amputada

bronca sin dignidad ni oficio

heroínas de merienda y desayuno

volver antes de irse

porque

sobre todo

las tentaciones

porque

en el fondo, una vulva es una vulva

y la argolla

señores

tiene vida propia

 

Graciela.

Soy un cactus. Cada vez más seca. Cada vez necesito menos agua. 

Mentira. 

Soy un cactus. Cada vez más seca. Cada vez necesito más agua. 

Cada vez pincho más. 

Tengo miedo de que la sequedad se me encarne, de olvidarme cómo es la humedad. La de verdad, no esa de juguete que me invento para conformarme, para que las demás no se den cuenta. Para seguir jugando a ser capa y estar mojada. Jugando a vivir. Protagonista de una fiesta de maniquíes. Sin nadie para compartir aunque más no sea el aburrimiento...

Una se desnuda delante de tanta gente tan al pedo la verdad, porque aunque te juren y te recontrajuren que nada les importa después no paran de contarte los pozos. No tener los huevos para mandarlos a cagar cuando empiezan a contar... La cabeza inflamada de mí misma; la lista de cosas que no puedo compartir con nadie es interminable y agotadora, y yo misma también... interminable y agotadora...

¿Por qué nadie te dice que la realidad supera las pesadillas? Te seca la boca, la garganta, el estómago, las tripas, el culo, la concha; no hay agua que te calme. Hasta podés escuchar cómo te rechinan las bisagras, los engranajes...

Quiero.

Vender todos mis recuerdos y comprarme nuevos. Si total cada cual elige el pasado que más le conviene. A lo mejor así me convenzo otra vez de que hay buenos y malos, de que no todo es gris. De que se puede arrancar apariencias y revolear cadáveres sin culpa.

Dejarme adormecer. Para volver de verdad. Para no convertirme en una de esas personas que sufre por costumbre. Para después ver qué hago con lo que ya me convertí. 

Mojar y mojarme otra vez. Es como una desesperación, como una urticaria. 

Tengo sed.

 

Guillermina.

Nadie... Nunca... Nada... Soy una bomba.

Mentira.

Algunos... A veces... Un poco... Soy una bomba.

Mentira.

Todos... Siempre... Mucho... Soy una bomba.

Cuando me despierto con sueños raros que no recuerdo me pesa la nuca. Entonces, me levanto, me cambio y saco a pasear al perro antes de que se despierten los demás. No trato de explicar lo que no se puede porque las palabras encierran y engañan y al final una termina desconfiando hasta de lo que piensa. No es vida. Yo sé lo que quiero. Lo demás es otro tema. Por ejemplo, ¿quiero coger? sí quiero; ¿tengo ganas? depende de la hora, ¿tengo que deshuesar pollo al respecto? no, no tengo. Si me agarra cuando tengo ganas, perfecto; si no, igual lo dejo, me hago la muertita y que practique la necrofilia en paz. Total después me lavo. El agua tibia reconforta. Me lavo... 

me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo me lavo

melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo melavo

melavomelavo melavomelavo melavomelavo melavomelavo melavomelavo 

me refriego hasta más no poder 

porque si no me lavo me parto

porque si no me lavo grito.

Pero no puedo porque me van a preguntar qué me pasa y qué voy a contestar; nada, si no me pasa nada.

Hay días que me encantaría quedarme a vivir en el baño. Y mirarme y mirarme y mirarme otra vez y meterme en el espejo si es posible, como Alicia, y encontrarme con un conejo y no salir más.

Ella grita igual. No le importa nada. Por lo menos grita en silencio.

Sí, me grita la argolla y no sé qué decirle. 

Ya la lavé, pero sigue gritando. Me da miedo a veces. Porque es un grito que se va como para arriba, se queda revolviéndome las tripas, me retumba, me abomba un poco y se me instala como encerrado entre los pulmones.

Y bueno, cada cual resuelve sus percepciones como puede.

Un día de estos exploto.

O no.

 

Jazmín.

No lo quiero. Estoy tranquila.

Mentira.

Sí, lo quiero. Estoy tranquila.

Mentira.

No lo quiero, sí lo quiero... cualquier cosa menos tranquila.

Reina del desastre, eso es lo que soy; no puedo parar de encontrarme donde ya sé que no estoy. A lo mejor soy otra y no me di cuenta. Cambiar duele. No cambiar también. A mí mi mamá me enseñó que hay cosas que no se dicen pero nunca me explicó qué hacer cuando... 

Porque por más que una no las diga, están, no las pronunciás pero aparecen igual, o te carcomen, no las podés evitar... 

Ella no quiere que diga porque no quiere escuchar... 

yo le hago caso, no lo nombro y entonces no lloro, ni me río, miro la nada, nada más, todo el día, perdida ni yo sé dónde... 

También me enseñó que hay pensamientos que mejor no se piensan y sentimientos que mejor no se sienten.. claro que yo pienso y siento y entonces la cago... 

Será que la mayoría de la gente come, toma, coge, ríe o llora y no tiene hambre, ni sed, ni calentura, ni nada que le cause gracia ni tristeza ni emoción... 

yo tengo todo... 

y sin embargo el vacío... 

me seca, me ahoga, mejor lo mato ya... para qué esperar, para qué dilatar... mejor ahora que después, el después no existe, es como el hubiese; si es un huésped que no invité, es un colado, un polizón, un alien, tengo el derecho a echarlo a patadas... Lo que más bronca me da es que tengo como una vergüenza que desconozco, la historia repetida me humilla por anticipación...

porque yo no creo en dios pero a veces tengo miedo de que me castigue igual...

soy chiquita todavía, tengo tiempo...

¿y si no puedo?

¿y si no tengo?

¿y si no soy?

¿y si no puedo ni una cosa ni la otra?

detesto las fantasías, si se convierten en realidad son una mierda...

¿cuántas pastillas tendrá mi mamá en su casa?

quiero cerrar los ojos y mirarme los párpados por dentro, no tengo cuerpo para vivir esto.

Cuando no hay gestos es muy difícil encontrar las palabras que lo acompañen, y al revés.

Yo hoy no tengo ni gestos ni palabras, y desconozco los del otro. 

¿Será el fin?

 

Las tres.

No saben qué... Tal vez sólo...

Un despertar. Un mover. Un mero provocar.

Una confusión.

Agua

Tierra

Fuego

Todo todo mezclado

Todo no, falta el viento, falta el aire.

El árbol que se ve desde la ventana, cualquiera de las tres, tiene la silueta siniestra de un niño asesino. Los árboles, como las nubes, cambian de apariencia eternamente, aunque no haya viento. Éste no. Imprevistamente estúpido, ridículo e inmóvil. 

Y aterrador. 

Da una sombra que duele. ¿Será ahí donde duermen los monstruos?

Una se resiste a ver la vida a través de una pantalla, tanto menos excitante que una persiana entrecerrada. Aunque odie su biografía decide no mendigar la de otros, prefiere convertirse en un agujero negro, tragar y entrar en el silencio.

Otra tiene miedo en las piernas mientras duerme; no, no mientras sueña, mientras duerme, léase bien y entiéndase como pueda. Le llora la mano, el brazo, el pie, el muslo, la concha; se busca los huesos y no los encuentra. En un juego de reflejos, la letra clandestina se le pierde.

La otra escucha que alguien la hiere, no tengo ningún tipo de relación con vos, ni física ni emocional ni nada, le dijo una boca cruel e inmediata y ella se desmoronó. Por un instante. La mayoría de la gente no tiene necesidad de nosotros, ni nosotros de ellos, pensó. No era romántica, sólo húmeda. Convencida de que la ausencia no se recita ni se maquilla, que sólo se sufre, prefiere suicidar parte de su aliento.

A ninguna le importa el árbol que sin embargo pesa, ni el silencio que suda, ni la carnosidad que late, ni el cerebro impaciente. 

Saben que hay gente que no da, que sólo recibe; y si no recibe, quita.

Violentas, entrecruzadas, desconocidas.

Manos inútiles secan llantos ya secos. 

Revolear cadáveres no es fácil.

El miedo está cerca.

Pero la locura es limpia.

Enloquecer es sólo el comienzo. Tal vez una bendición.

La vida es un largo etcétera.

Engendrarse a sí misma y morir durante mucho tiempo.

 

Graciela.

Madre.

La que tengo, la que soy.

Hija.

La que tengo, la que soy.

Las dos, que son una.

Las tres, que somos una.

Porque nace la madre, nace la hija y otra vez nace la madre.

Impiadosas, humanas. Arrogándose y negándose al mismo tiempo la suma de todos los derechos. Miradas difíciles que se sufren y se dan. Resaca de lo sufrido, de lo vivido, de lo gozado; resaca de lo que vendrá.

Cuando era adolescente esperaba que mi mamá se fuera para probarme su ropa.

Cuando fui madre esperé que mi hija se fuera para probarme su ropa.

 Una vez. Sólo una vez. Me asusté.

Mi mamá me mima, mi mamá me ama, mi mamá me mata... y es la única que puede resucitarme.

Un cuerpo que me sé de memoria y no es el mío. Desnuda frente al espejo, otra imagen, otra cara, otras manos, y sin embargo las mismas, algo nuevo y viejo al mismo tiempo, reconozco todas y cada una de las arrugas, terriblemente mágico y aterrador. Querer entonces convertirse en Alicia y meterse en el espejo y no salir más, y ella que no te deja, que te saca para afuera, que te expulsa para que no te hundas y te abraza infinitamente para que lo hagas y te quedes por siempre y asfixiarte todos y cada uno de tus poros; y vos que en algún momento y sin darte cuenta hacés lo mismo. Adorarla y asesinarla en simultáneo, todo sobre mi madre y nada sobre mí o todo sobre mí y nada sobre mi madre, esa es la opción... a veces.

Porque, sobre todo, mamá, capaz de todas las creaciones y de todas las destrucciones posibles, la única que te hace sentir protegida aún en la desprotección infinita.

Así es ella, así soy yo, así volverá a ser algún día ella.

Una mujer que, consciente de su propia sangre, sangra; a veces por la herida, la de ella o la tuya.

 

Guillermina.

Hija.

La que soy, los que tengo.

Madre.

La que soy, la que tengo.

Pensar en hija pensar en madre me lleva a parir.

A ese laberinto en el que te metés desconociendo tu propio cuerpo y del que, loca, no querés salir; a una belleza sucia azul, a descubrirte ignorante, llena de barro, de euforia malhumorada.  Te encanta y te aterra y te aterra y te encanta. Reembolso no hay eso sí.

La partera, el médico, el anestesista, la enfermera, la enfermera auxiliar, el médico suplente, el padre, otra enfermera para atenderlo por si se desmaya, una partera suplente para darle una patada en la cabeza y hacerlo reaccionar si esto sucede, todos pendientes de vos, diciéndote lo linda que estás, lo maravillosa que sos, la luz que irradiás, que fuerza que fuerza que fuerza que fuerza quefuerzaquefuerzaquefuerzaquefuerzaquefuerza...

Lo mirás te confundís quedás como encandilada y de pronto sola, llorando, feliz, y con un alguien prácticamente desconocido cosiéndote la argolla.

Volvés a tu casa y otra vez, todas las personas que hasta hace tres días entraban y te abrazaban y te besaban y te decían que eras la más linda de todas las lindas de todas las fiestas del universo, te pasan por al lado como si fueras invisible y van directamente a ver a esa cosa peluda y/o pelada que expeliste y que lo único que hace es berrear, chupar, dormir y cagar y le agradecemos a dios a Zeus y a Buda que lo haga porque cada vez que lo hace te morís de amor; y en ese momento en que te sentís la más feliz de las más pelotudas de todas las reinas de las pelotudas la única que te toca un hombro y te da un mate, la única para quien seguís siendo más importante es mamá... eso si no te toca una conchuda, porque que las hay las hay.

Mamá.

 

Jazmín.

Hija

La que definitivamente, la que probablemente...

Madre.

La que probablemente, la que definitivamente...

Definitivamente, palabra extraña, me hace acordar a la muerte.

La que tengo, la que tendré, la que soy, la que voy a ser.

Aunque se vista de seda, muerte queda.

Olvido irrespirable, negocio, la más presente de las ausencias o la más ausente de las presencias, huida salvaje que ocupa, llena y rebalsa todo tiempo y lugar; dolor que se vuelve sombra antigua, desgarro, instinto, alivio, miseria. Más llena de complicaciones y complicidades que la vida. Contemplarla no es fácil; pálidos, feos, fríos si están adentro del cajón y si andan caminando, depende; según los vivos, los muertos. Natural, violenta, chiquita, líquida, hasta ella, hasta que nos separe, estoy muerta, lo mato, de mala muerte, muerte puta, morir en vano ¿qué carajo significa eso? ¿no es siempre vana la muerte? Mierda... Suposiciones, especulaciones; inútiles, patéticas; encima los muertos no pueden parar de hacerse amigos, o los vivos no pueden parar de hacerse amigos de los muertos.

La muerte se quiere matar y no puede

está embarazada de hojas

y ya lo dijo el poeta

todas las hojas son del viento porque...

¿por qué era? ah sí, la muerte,

hasta en ella...

la muerte transvestida

baila sola, quiere entretener y divertir

la muerte es un ama de casa

que plancha y mata al niño sin querer

la muerte se saca de encima

a otras muertes

está cansada

y se muere de belleza.

La muerte, ¿es eterna? Creo en la muerte perdurable. Amén.

Estoy embarazada y no quiero.

Estoy embarazada y quiero.

No se lo dije a nadie, ni al padre.

No se lo dije a nadie, ni a mamá.

 

Las tres.

los espejos se complican

porque a veces y sólo a veces

somos como un cuadro inclinado que sangra de a gotas

las fuentes se pierden también las escaleras

y no las querés encontrar nunca más

sapo de otro pozo en tu propia piel

que se subleva que piensa por reflejo

por el reflejo del reflejo

que confunde que aturde

que despierta lo indespertable

el cuerpo una hipótesis el pensamiento un callo el cerebro un desierto

el cuerpo una evidencia el pensamiento un reservorio el cerebro un paraíso

rechinan las bisagras y las ruedas dentadas

y nos llenamos de momentos de una vida que no existió

o sí

¿cómo sigue el origen?

¿cómo empezó el origen?

la sombra se aparta

ya nadie quiere lengüeteártela

porque tiene sabor rancio

o extremadamente dulce

siniestro en el mejor sentido de la palabra

belleza ensangrentada que

tranquiliza enseña

impresión que lastima y cura en todo el cuerpo.

Los finales y los comienzos se hacen rogar.

 

Las Tres, por última vez.

ropa que camina

cuerpo invadido por bicicletas sin frenos ni cadenas

pedaleo de la nada

bomba desactivada

café perpetuo

tele de fondo imperturbable

palabras mudas y encerradas en celulares que se mueren

sucesión interminable de azares efímeros

vidrio quebrado en un portarretratos que nadie va a cambiar

porque ya a nadie le preocupa que esté roto

el día se termina

alivio

el problema es que también se termina la noche

mezclar entonces verdad con una pizca de burla

y que ya no importe

lo que el otro piensa cuando duerme

volver

apagar la luz

tirarse en el sillón

prender un pucho

nada más

silenciosas pensadoras tristes afligidas 

envenenadas aburridas dicharacheras

desprejuiciadas sofisticadas complicadas 

correctas emotivas lloronas mustias quejosas

describilas como quieras

una en todas y al revés

son conchas

argollas que sudan

y que cada tanto deciden

que las penurias tienen que aprender a esperar

y que cada tanto deciden

hervir un conejito aunque sea el propio

y que cada tanto deciden

seguir

entonces

entre sonrisa y sonrisa

se escapa

una atisbo

una fuga

una grieta

y ríen a más no poder.