miércoles, 3 de abril de 2024

El mar

yo debía de tener aproximadamente siete años cuando me di cuenta de que mi vagina estaba húmeda, de que si me la tocaba salía un juguito y de que ese juguito era rico, un día me pasé el dedo y, con inocencia, queriendo compartir el descubrimiento con ella, le dije “mirá, mami, olé” y le extendí el dedo y ella olió y la cachetada me dio vuelta como una calesita; yo creo que mi mamá me odia, ojo, me ama, pero me odia; no sé, por ahí pensó que había parido un juguete en vez de una nena. 

a mí el mar siempre me calmó, en el mar me sueño y me sueño bien, me sueño en paz; no como en los sueños de verdad que tengo, siempre corriendo, nerviosa o asustada; como en el de anoche: estaba paralítica, boca arriba en la cama, despierta, los brazos a los costados del cuerpo y por la puerta abierta de la pieza aparece una señora blanquísima con una nariz como península, me mira con ojos verde vidrio y se ríe fuerte, mucho, una risa de metal, áspera, y camina como robot hacia una cuna que hay a los pies de la cama y yo siento tanto pánico que me olvido que estoy paralítica y doy un salto hacia la cuna para evitar que se lleve no sé qué que hay ahí adentro, lo logro pero en la cuna no hay nada, levanto la cabeza, la señora desaparece y estoy adelante de la casa de mi mamá, se ve que hace tanto que no voy que siento culpa hasta en los sueños; entonces, por la esquina viene una procesión religiosa como esas de los viernes santo con un crucifijo gigante a la cabeza, pasan por al lado mío, me duelen los zapatos, me los saco y los sigo hasta una estación de tren, sé que es tarde y que perdí el tren, en los sueños siempre llego tarde a todas partes, en la vida muchas veces también pero ese es otro tema, será que nunca me enseñaron a dormir o será que nunca aprendí qué sé yo. 

por eso me gusta el mar, allá el tiempo va por otros carriles, el mar es llano a pesar de sus olas, no tiene las vueltas de la vida ni las de la muerte, simple; allá pasé mucho tiempo cuando era chica, iba todos los veranos, mi prima me llevaba unos cuántos años pero me quería tanto y yo la adoraba, la admiraba, y me dejaba hacer; mis tíos sabían, yo sé que sabían, pero si alguien les hubiera preguntado se habrían hecho la señal de la cruz y nos hubieran castigado, yo tenía siete años mi prima veinte y me enseñaba muchas cosas. 

mi prima me enseñaba canciones también, como Muchacha ojos de papel; me la cantaba todas las tardes y me la terminé aprendiendo; la detesto, es mentirosa, está escrita por un psicópata perverso celoso y abusador, es poesía engañosa; el papel no tiene color ni vida, se usa para escribir o para limpiarse el culo y se tira, el papel es básicamente un árbol muerto; piel de rayón suena lindo pero el rayón es artificial, no deja pasar el frío ni el calor, todo lo contrario a la piel; no quiero ni entrar a hablar de la cantidad de cosas que dice que me va a hacer mientras duermo; quédate sueña no corras quédate duerme, pará de darme órdenes; no hables más muchacha, me dice, claro sobre todo no hables más, sobre todo el silencio siempre el silencio; a mí me gustaría que vos hagas silencio y me gustaría ayudarte, me encantaría comerte la lengua de a pedacitos con cuchillo y tenedor mientras me tomo un té de frutillas a la luz de la luna porque no quiero que me robes ningún color porque tengo muy pocos; imaginate lo doloroso que debe ser tener un corazón de tiza, un corazón que se parte con tanta facilidad, la tiza no late, la tiza es una piedra muerta, además se usa en el colegio a lo mejor el tipo era pedófilo, aunque por otro lado es blanca y el blanco se asocia a la pureza y nunca somos tan puros como cuando vamos a la escuela; yo una vez empujé a un compañerito por las escaleras. 

siempre me costó el colegio, las maestras tenían cara de vaca atada y las vacas son sospechosas; en tercer grado tuve a la señorita Elina, mi papá decía que tenía buenas tetas, si buenas es grandes, tenía razón; una vez me puse a llorar y me hizo upa, la señorita Elina no mi papá que no me hacía upa nunca, me sentó en la falda y trató de consolarme, las tetas me amenazaban, me puse histérica, más lloraba, más me apretaba; más me apretaba, más gritaba; más gritaba, más me estrujaba; mi cara ya era una feta de jamón en un sándwich de tetas, cuando no aguanté más le mordí una y me soltó; mi papá decía que la vida hay que ganársela a las trompadas y creo que un poco de razón tenía. 

el compañerito ese que tiré a mí me encantaba, era re lindo, tenía una sonrisa que te envolvía, él reía y yo flotaba, pero no me miraba; un día estaba con otro chico, feo, y se reían de no sé de qué y se golpeaban los brazos y se seguían riendo y zarandeaban la baranda y se seguían riendo, los varones son medio pavotes y como yo lo único que quería era que me mirara, me senté en el piso y le clavé los ojos en la espalda mirame mirame mirame mirame mirame mirame mirame pensaba, como cinco minutos estuve así, no me miró, me levanté corriendo lo empujé, se cayó, listo; a los tres días volvió enyesado, lo primero que hizo fue mirarme. 

la que también me miraba era mi prima, mientras mis tíos dormían la siesta, nosotras nos quedábamos jugando a las cartas en su pieza, a mí me encantaba desnudarme porque hacía mucho calor, y ella me ayudaba a bajarme la bombacha; ayer la vi después de mucho tiempo, nos juntamos todos en su casa, ella ahora vive en la ciudad pero no la veo muy seguido; ella vive en un barrio, yo en otro, mis padres en otro y mis tíos como siempre en el mar; anoche, en su casa hubo una mesa y un opíparo lechón de navidad que se deshacía ávidamente en la boca de la tía, que reía como si mañana no existiera, yo miraba embelesada cómo la grasa le chorreaba por entre los dedos y las comisuras, el tío toma vino, se emborracha, mira todo con sus ojos de pescado, papá se calienta con la cuñada desaforada pero disimula, mamá se calla como siempre, son cuerpos sin decoro ni decoración, cuerpos como de carnaval, mi prima come como la madre, chupa lame succiona liba una crocante costillita yo también río yo también tomé vino, abro el pecho dejo de protegerme, a ella le gusta que la miren, yo siempre le di todos los gustos, le alcanzo el pan que me pide y saboreo la distancia que se acorta, los dedos que se tocan, todos van cayendo dormidos sobre la mesa menos ella que huele a terciopelo, tengo miedo en las manos, no me quiero dormir, nunca me quiero dormir porque cuando me duermo me vienen ganas de no despertarme, después cuando me despierto me olvido; ahora me rindo, quiero oler, me gusta oler a la gente, oler para entender.

¿y si aprovechamos que mis viejos se quedan acá unos días y nos vamos al mar? la casa está vacía, me dice, pícara; el mar queda lejos, ¿y si me mostrás tu pieza? le contesto; no pensé que, me dice; no pensés, la interrumpo; no hablemos más, al silencio cuando llega no se lo molesta, se lo deja vivir; nos sentamos en su cama, una enfrente de la otra, abrazándonos las rodillas como cuando éramos chicas bah, yo era chica ella ya hacía rato que se peleaba con su papá y con el mío; cómo se enojaba cuando mi papá me decía que a mí nadie me iba a mirar porque era del montón, ahora dice que no se acuerda pero me defendía; nos pusimos a hablar; de esos veranos en los que yo me quedaba en su casa, de los helados que tomábamos en el pueblo, de los paseos a caballo, las tardecitas en las que me enseñaba a jugar a las cartas a la escoba de quince al chinchón y al culo sucio, de todo lo que genera el volver, de volver a un lugar aunque no nos movamos, de volver con el pensamiento y la palabra; volver a siempre, volver a nunca.

me agarró de la mano y, despacio, como antes, me empezó a sacar la ropa, me acarició el pelo con dulzura me dio besos chiquitos en la nuca, todo como antes igual igual fue como un tornado de recuerdos, cómo creciste, me dice; y, pasaron más de treinta años, le digo; qué linda que te pusiste, me dice; ¿por qué llorás?, le pregunto; no lloro, me emociono, me contesta, nos besamos con torpeza y me gustó, no puedo decir que no, la diferencia ahora es que yo hacía y ella se dejaba, como mostrándole todo lo que aprendí; un cuerpo entero a mi disposición, le hago cosquillas se ríe, le pellizco un pezón, se ríe más, sh no quiero que se despierten, le retuerzo un poquito el otro, gime; bajo, me entusiasmo, muerdo, se queja, callate, enloquezco, escarbo, no puedo parar, me zambullo, todo desaparece todo dura lo que un relámpago; no tenía idea de lo fascinante que puede ser escarbar, un cuerpo desnudo es tan vulnerable, ella huele a sueño y yo a pesadilla, se me pierde la boca, empiezo y no puedo parar, pego pego pego, encuentro una botella, directo a la cabeza, ella abre la boca insinuando un grito, no puedo soportarlo, no los va a despertar, con un cuchillo que sin querer me traje de la cocina le corto la lengua y se lo clavo en el cuello, de pronto encuentro unos ojos que están vacíos o mejor dicho llenos de humo, un cuerpo no del todo muerto, me detengo, tranquila, sin apuro, me dedico a olfatear, con los ojos cerrados, como un ciego frente al mar; la huelo toda completa, sin interrupciones, el pelo la boca el cuello las axilas el ombligo la vagina las rodillas los pies y vuelvo a empezar, me entretengo un rato, sigo quebrando uñas, cuando me cansé me senté al lado del silencio, no es fácil morir a otros pero no me trago más demonios. 

y me vine al mar, deben estar como locos allá en la casa tratando de entender qué pasó, es que la sidra y la sangre no maridan, mucho menos a la mañana, despertarse de la borrachera y encontrarse con los jirones de una fiesta no es fácil ¿de dónde saqué esa palabra? ah sí mi abuela siempre decía aunque deje en el camino jirones de mi vida lo repetía todo el tiempo. 

yo no tenía un plan, no lo pensé por adelantado, una cosa trajo la otra y bueno; me divierte imaginarme las caras, los gritos, mi familia grita mucho.

la vida a veces es inevitable.

 

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