miércoles, 12 de noviembre de 2008

De vuelta.

El jueves pasado fue la presentación de Huracán. Día de nervios, expectativas, que quién vendrá, que quién no, que qué me pongo (típico de mina a último momento todo te queda mal). Día emocionante. La gente fue llegando, los amigos de siempre, los conocidos, y las sorpresas. Emoción enorme cuando llegó Esther Díaz,

doctoraza en filosofía, a quien admiro muchísimo. Y ni hablar de dos personas muy queridas por estos pagos, que siempre pasan y dejan sus comentarios: Marce D’Onofrio

(detrás del amigo en primer plano, esperando para saludarme y seguramente pensando "¿estas cosas dice después de una copa de vino?")
y de Espejo,

(sorprendido en un primerísimo plano, y tal vez también por las cosas que estaba escuchando de las reunidas a su alrededor). Me encantó conocerlos y les agradezco enormemente que hayan ido.
Las palabras de Fernando Sánchez Sorondo, un lujo.

Algunas de las cosas que dijo:
La presentación del nuevo libro de Adriana Menéndez en un contexto social, político, filosófico y hasta económico sacudido por toda suerte de turbulencias del país y del mundo, confirma el don de sintonía, de oportunidad –oportunidad, no oportunismo- de la autora, propia del artista verdadero -contemporáneo, ante todo, de su propio tiempo. Precisamente uno de los rasgos más interesantes de Huracán en la garganta consiste en que sus cuentos operan a la manera de una catarsis pero no individual -o al menos no sólo individual, autobiográfica- sino colectiva: una biografía no autorizada de nuestra idiosincrasia. Jung habló del inconciente colectivo: estos cuentos son eso, más la mala conciencia colectiva; y constituyen también su exorcismo. Adriana pone la garganta por donde truena el huracán, que somos nosotros. Y la loca del cuento es la loca del cuento pero también esta Argentina rayada que encarnamos entre todos y que vio el Orgasmo del Primer Mundo por la tele. La que engañamos y nos engaña con otro, con muchos otros, aunque nosotros seamos como siempre los últimos en enterarnos (…)
Fue Mario Lion, en su doble perspicacia literaria y psicológica, quien lo vio primero, cuando Adriana nos dio a conocer los borradores. Recuerdo que se entusiasmó, ante todo, con el coraje, con la osadía de Adriana, con su destreza antológica en la exaltación de lo genuino y en la sátira y el desenmascaramiento de lo espurio, lo impostado, lo trucho; ese rictus social pretencioso que Moliere teatralizó en su tiempo a través de “Las preciosas ridículas”.
Y es cierto, espectacularmente cierto: leer este libro equivale a mirarse –mirarnos- sin anestesia. Y sin embargo y curiosamente no implica para nada un ejercicio masoquista ni sádico, sino todo lo contrario: como la protagonista de la película argentina “Un novio para mi mujer”, los personajes de Adriana, mufados y antihéroes, resultan finalmente hasta heroicos en su conmovedora sed de veracidad. Y por otro rasgo que seduce en la vibración narrativa de estas páginas, al que Leopoldo Marechal supo llamar en su Adán Buenosayres “humorismo angélico”; “gracias al cual –escribió- también la sátira puede ser una forma de la caridad, si se dirige a los humanos con la sonrisa que tal vez los ángeles esbozan ante la locura de los hombres”. (…)
Huracán en la garganta constituye otra vuelta de tuerca en el escrache literario que Adriana practica, relato a relato, libro a libro, cada vez con mayor saña y talento, pero con una sonrisa. (…) Estos cuentos muestran el don extraordinario de una escritora que sabe encontrar el tono, el modo justo y la manera despiadada pero tierna de acompañarnos a reconocer un mundo que es ancho pero no ajeno, de reconciliar los opuestos, sus luces y sus sombras, mediante un sentido del humor que queda a apenas una letra del sentido del amor. (…) Adriana, de un modo que parece reservado sólo a la vida misma (y a alguno de sus privilegiados intérpretes y/o “coautores”, por así llamarlos, entre los que cabe incluirla entonces a ella) logra deslumbrar por su talento para unir los opuestos, por ejemplo lo dramático con lo gracioso, mediante un desdoblamiento o a favor de una distancia que, paradójicamente, se vuelve cercanía, intimidad.
“El cuento de los mensajes –se entusiasmó al respecto un lector que es también escritor: Gabriel Sánchez Sorondo- está entre mis preferidos… Me reí mucho con el tono dramático que iba cobrando esa amenaza, tan infantil y a la vez tan jodida, con la mala leche de la que sólo son capaces las madres de hijas mujeres”. Por su lado, Julio Bárbaro destacó la condición de “cuentos capaces de adentrarnos en universos apasionantes”.
Sospecho que es al don unitivo, integrador, antimaniqueo por antonomasia de nuestra escritora, y a su consiguiente maestría para establecer la unidad en la diversidad, que debemos esa absoluta, misteriosa, perentoria, insistente y casi anómala conexión que sentimos cuando la leemos.
Por eso es muy placentero –escribe en el blog de Adriana uno de los muchos otros interlocutores suyos que allí dan su testimonio- encontrarse con los cuentos de esta escritora, que nos lleva, sin darnos cuenta, por la historia de sus personajes…Hay algo en esos personajes que conocemos sin conocerlos, como ese marido a quien podemos adivinarlo como un cretino, aún, tal vez, sin conocer a nadie así…”
(nota mía: fue D’onofrio)
Lo comparto plenamente y creo, para terminar, que en Huracán en la garganta la autora alcanza la nota más alta en su propia producción narrativa –precedida por Un poquito de smog y Maquiavelos y estafados- y una de las voces mejores y más genuinas de su generación.
Sus relatos, sus monólogos y hasta los epígrafes que interactúan con las historias logran esa difícil sencillez por la que parecen estar allí esperándonos desde siempre, a vuelta de página, encarnados por personajes familiares por lo cercanos. Y seducen y atrapan al punto de hacernos olvidar de todo lo demás, empezando por nosotros mismos y por el hecho de que estamos sólo leyendo, leyendo cuentos, cuentos maravillosos, cuentos divertidos, cuentos conmovedores, insolentes, patéticos, desesperantes, insoportables, irreverentes, puros cuentos, al fin.”

Luego Gabriel Sánchez Sorondo tocó dos de mis tangos favoritos, “Muñeca Brava” y “Chorra” y dos temas de Waits. Y dijo una frase que me encantó: “la ficción es ese lugar donde todos somos inocentes”.
Y después nos tomamos unos vinos y nos reímos y festejamos… que no es poco.

(Y el viernes tuve un ataque de muela feroz, que no me permitió hacer casi nada hasta el día de hoy – el tío Sigmund se haría un festín conmigo)

12 comentarios:

Princesa Letra dijo...

Ultra congratulations!
Y que sean muchas (páginas) más.
Abrazo,

Marce D´Onofrio dijo...

Fue una presentación muy linda. Insisto con esa palabra porque apostar a la belleza no es algo usual, y aquí sucedió eso.

Muchas gracias por dejarnos andar por ahí y presenciar esa maravillosa presentación.

Un beso enorme.

Anónimo dijo...

menos mal que la paso bien menendez... un comentario me permito: que maleducado ese mozo, el de la mano vendada en la tercer foto, como le permiten asi con la camisa desabrochada y sin bandeja para servir.

si, le robe la camisa a un mozo ¿y?. todavia me estoy riendo del cuento de "la loca". un abrazo

Adriana Menendez dijo...

gracias, PRINCESS! beso.


la agradecida soy yo, MARCE. un gusto haber podido cruzar unas palabras. beso grande.


ESPEJO: ¿camisa de mozo? los mozos que usted conoce son muy pitucos, mire. me alegro que se haya reído y espero que ande mejor de la mano. abrazo con beso.

carmela dijo...

¡Me alegro que todo haya salido muy lindo!


1. Parecés tener mucha "onda"; no se bien que quiere decir eso que parece sacado de un vocabulario adolescente que creí haber dejado olvidado hace tiempo, pero que compruebo que persiste ahi inmutable. Supongo que onda se opone a lacio, chato, plano. Una mujer con giros y vueltas (que es claramente un halago)

2. Me encantó también esta frase "la ficción es ese lugar donde todos somos inocentes”." Genial.

3. El tio Freud también se hubiera hecho un fiestín si se hubiera quedado sin voz, el día mismo del encuentro.

¡besos!

Juli dijo...

Qué envidia a los que fueron!
Qué alegría saber que te salió todo de perlas; y que, por lo visto y leido, lo disfrutaste mucho!
Felicitaciones! Beso y abrazo!

Adriana Menendez dijo...

CARMELA: gracias por tu alegría;
1. yo tampoco sé muy bien qué es tener "onda", pero ¡cómo me gusta que me digan que soy una mujer con giros y vueltas! ¡me gusta muuucho!!
2. esa frase es maravillosa.
3. te cuento que no faltó mucho para ello.
beso grande.


JULIANA: un abrazo enorme!!

B dijo...

...se haría un festín, puede ser, quizá, pero tené en cuenta que fue DESPUÉS. Eso no es un detalle menor. No fue "antes": pudiste concretarlo, aunque luego viniera la venganza anti-logros.

Felicitaciones muchísimas!

me apena no haber podido estar.

Anónimo dijo...

A pesar de no poder cumplir mi misión (llevarme un souvenir de la Emilia), confieso que los chochamus me han perdonado. Admitieron que, para la gente de estos lares, es un impacto emocional muy grande ver tantos personajes cultos. En fin, mimetizado entre los mozos y contemplando las buenas mozas, pude disfrutar del evento...

Adriana Menendez dijo...

BLANC//: me llegaba a pasar el día antes y te juro que iba solita solita y me internaba donde estuvo charly... muchas gracias por las felicitaciones! beso grande.


Ah no, no, no, nooooo!!!!! ¡No es justo! WESTERNSHAKER!!!!!!! usted va, se mimetiza cual camaleón, mira minas, disfruta y no se presenta!!! ¿le contó eso a los muchachos? no sé si mandarle un beso, mire.

Anónimo dijo...

A los muchachos les conté mis hazañas y debo confesar que exageré un poco mis logros. La reacción fue de algarabía y proyectos futuros: en el próximo evento "vamos todos y en vez de mirar pasamos a la acción, qué tanto". Va a ser difícil contener a la muchachada del Oeste... Me va a mandar ese beso o no?

Adriana Menendez dijo...

bueno, parece que tienen que venir en patota para animarse WESTERN; está bien, le mando mire, un beso no se le niega a nadie.